Por Leslie J.
Cross (miembro fundador de la primera Sociedad Vegana, Reino Unido, 1944)
Tomado del ejemplar del invierno
de 1955 de The Vegan (El Vegano, volumen 9, número 7, páginas 16-20). Encuentra
información sobre Cross y más de sus escrituras en www.candidhominid.com/2011/07/leslie-cross.html
Traducido por Pablo Fernández Beri (los paréntesis son míos)
Una charla dada a la sede de Hastings y St. Leonards de la Sociedad Vegetariana
de Sussex, Julio de 1955
Lo primero que me gustaría hacer
es dirigir su atención a esta pequeña charla –La Historia Vegana.
La he llamado así porque quería subrayar la manera en que voy a intentar
enfocar el tema. Lo que espero hacer es solamente lo que sugiere el título: la
historia de lo que el movimiento vegano es, lo que se propone hacer, y por qué
se propone hacer lo que es.
En el curso de la historia debo
mostrarles ciertos hechos y ciertas consideraciones, pero no debo, al menos, no
de forma consciente, intentar convertir a nadie o conducir algún tipo de
propaganda.
Sólo en caso de que algunos de
ustedes sientan que este es algún tipo de enfoque desapasionado, me gustaría
explicar que para mi forma de pensar, lo que considero es el enfoque correcto.
Ya que considero la difusión
informativa, la libre circulación informativa, como vital para el crecimiento
de nuevas ideas, no considero como parte de mi deber el tratar de ser
concientemente persuasivo. Pienso que probablemente estén de acuerdo conmigo en
que un individuo debe establecer su forma de vida como resultado de convicción
interna, y no como resultado de presión persuasiva externa.
Con dicho preámbulo, comencemos
con la Historia Vegana.
Y al hacerlo, debemos primero colocar lo que va primero: esto es, debemos
conocer sobre lo que estamos hablando. Afortunadamente, la palabra “veganismo”
tiene un significado tan simple como preciso. Significa: la doctrina de que los (animales) humanos debemos vivir sin explotar a los animales (nohumanos). Debido
a que la cuestión de la definición es una tan obviamente importante, voy a
solicitarles que sean tan amables de comprometerse con la memoria, de forma que
cuando usemos la palabra “veganismo” todos estemos pensando en lo mismo.
Veganismo entonces, es la doctrina de que los humanos deben vivir sin explotar
a los animales.
Esta definición está escrita, con
esas mismas palabras textuales, en la Constitución de la Sociedad Vegana , así que nadie
adhiere a la Sociedad
tanto como miembro pleno o como asociado sin conocer exactamente lo que está
apoyando.
Es importante recalcar que uno de
los resultados de esta definición es que hace del veganismo un principio. Es,
por supuesto, un principio del cual ciertas prácticas naturalmente se
extienden, pero es en sí mismo un
principio, y no un conjunto de prácticas.
Otro punto a señalar es que este
principio, esta doctrina, concierne a una sola cuestión. Un gran tema, es
cierto, pero un tema claramente definido: la cuestión del correcto
relacionamiento entre humanos y animales.
Lo que dice en efecto es lo
siguiente: dice que el relacionamiento generalmente aceptado por el mundo en su
gran mayoría es uno muy imperfecto. Dice que en efecto no vamos a deshacernos
de los tantísimos males que hacemos a los animales, ni vamos a deshacernos del
daño que resulta para los mismos humanos, hasta que no alteremos tal
relacionamiento.
Es necesario, sin embargo, mirar
al relacionamiento actual entre humanos y animales y preguntarnos qué está mal
con ello.
Lo que está mal, según el veganismo,
podría resumirse en una sola palabra: explotación (o sea, considerar a los
animales meramente como medios para fines humanos).
Si miramos clara y simplemente
ese relacionamiento podemos ver que está casi enteramente basado en el lado
humano del terreno sobre la idea de que los humanos tienen un derecho moral a
usar a los animales para sus propios propósitos.
De nuevo, si miramos claramente a
esta cuestión de relacionamiento, podemos ver también que generalmente
hablando, hay dos formas en que consideramos a los animales: (1) como criaturas
que explotamos; (2) como criaturas que amamos (para profundizar en este tema
ver Francione, “esquizofrenia moral”).
Si queremos entender el
veganismo, si queremos apreciar su aporte, debemos examinar al menos brevemente
estas dos amplias visiones del relacionamiento entre humanos y animales.
Primero, miremos a la visión
mayoritaria, la visión de que los animales son para nuestro uso, y de que
tenemos un derecho moral a usarlos meramente para nuestros propios fines,
siempre y cuando reduzcamos el padecimiento y el sufrimiento al mínimo
compatible con lo que requerimos de ellos.
Esta visión es mantenida
automáticamente por la mayoría de personas. Por ejemplo, los ganaderos hablan
casi sin pensar de “producir más jamón” así como tú o yo podríamos decir
“producir más zapallos”.
De nuevo, la visión de la mayoría
es que tenemos el derecho de usar a los animales para obtener ganancias. Para
la visión de la mayoría, no hay un cuestionamiento fundamental de nuestro derecho
a (por ejemplo) atar a caballos, bueyes, camellos, o cualquier otro animal y
hacerlos trabajar para nuestras
órdenes y nuestros requerimientos.
En la práctica, por supuesto, hay
considerables variables en la manera en que los humanos de hecho usan a los
animales. Esas variables van desde las relativamente inofensivas hasta las más
escandalosamente crueles. Pero lo realmente importante, me parece, es subrayar
la dirección a la que dicha doctrina
nos lleva.
Si quisiéramos ilustrar dicha
dirección, podríamos citar tal vez a la vivisección (utilización de animales
para experimentos científicos); o al hecho de que el trabajo en los mataderos
destruye la sensibilidad de quienes en ellos trabajan.
Otro punto que debemos recalcar
es que hay algunas explotaciones en las que el sufrimiento de los animales es
inherente. Esto es, que si aboliésemos el sufrimiento, automáticamente quedaría
abolida dicha forma particular de explotación. Una vez más, la vivisección es
uno de esos casos. Otra de dichas explotaciones es la industria láctea,
principalmente debido a su necesidad de separar al ternero de su madre.
Es casi imposible escapar a la
conclusión de que cuando los humanos decidimos que teníamos un derecho moral de
explotar a los animales, inevitablemente abrimos la puerta a una nueva y, enteramente creada por los humanos,
forma de sufrimiento que termina tanto en una forma de matadero como en otra.
Existe, asimismo, otro aspecto
que surge de esta cuestión de la explotación, y es el aspecto de ninguna forma
recibe la atención que merece. Me refiero al aspecto de que el humano se daña a
sí mismo.
Dondequiera que exista
interacción entre dos o más entidades, los efectos de dicha interacción no
están confinados solamente a una de dichas entidades, sino que ambas están
afectadas. Cuál es entonces el efecto de esta interacción creada por los
humanos, sobre los humanos?
El efecto sobre el cual los
humanos no podemos diferir tal como su naturaleza esencial no puede hacerlo de
la naturaleza de la interacción en sí misma. Esto es tal vez una forma algo
complicada de decir algo que se ha dicho hace mucho, mucho tiempo: cosecharás tu siembra.
Qué sembramos? Qué le hacemos
a los animales?
Los hacemos nacer por millones
sólo para luego (usarlos y/o) matarlos (y/o usarlos con posterioridad).
Explotamos sus funciones sexuales
para hacerlos dar leche (y/o huevos, crías, pelo, etc.) Luego quitamos (por
ejemplo) al ternero a su madre para que no tome su leche. Matamos al ternero y
lo comemos como “carne de ternera”. Y cuando su madre esté “gastada” como
resultado de un embarazo inseminado artificialmente tras otro, la matamos, y
comemos su cuerpo como carne picada.
Cazamos (y pescamos) animales por
diversión. Los diseccionamos. Los castramos y atamos.
Qué tipo de relacionamiento puede
ser, cuyos símbolos incluyen (entre otros) el látigo, el estribo, las riendas,
y el cuchillo del carnicero?
Si estas son las cosas que
sembramos, entonces éstas, también, son las cosas que cosechamos. La forma en
que nuestra cosecha nos llega se puede ver exteriorizada en algunas de nuestras
enfermedades, en mucho de nuestra deteriorada salud, y posiblemente también en
la violencia entre humanos.
Pero la forma en que nuestra
cosecha nos llega internamente podría ser nada menos que un impedimento a nuestra
propia evolución. Porque así como un globo se ve impedido de subir tanto como
el hilo que los sostiene a tierra, o su balastro se lo permiten, de la misma
forma la mente humana es atada por las cadenas y el balastro que constituyen
las demandas de su propia naturaleza más baja. Este aspecto del relacionamiento
entre humanos y animales (no olvidemos que los humanos somos animales) es uno
que requiere tal vez más reflexión que algunos de sus aspectos más obvios, pero
pienso que es uno de los más serios de todas las variables resultantes de vivir
de acuerdo a esta doctrina de explotación.
Tendemos a olvidar que, por
ejemplo, una de las pruebas más exigentes del carácter de una persona, y de ahí
su habilidad para crecer, es cómo se comporta con aquellos sobre los que tiene
poder. Cuando conoce el mundo de los animales se enfrenta cara a cara con esta
prueba en su forma más ácida: no se puede negar que los animales no pueden
resistir su voluntad.
En lugar de vivir con respeto y
comprensión hacia ellos, lo que podría esperarse de alguien de naturaleza
compasiva y mente iluminada (los humanos alardeamos de que tenemos una
“inteligencia superior”), los humanos se comportan como tiranos frente a los
animales, y en muchos casos como un parásito, lo que es causa de considerable
sufrimiento para ellos.
Todo esto surge porque (los
humanos) parten de la base de asumir que tienen un derecho moral a explotar. He
ahí el quid de la cuestión, y ahí también yace el único lugar en el que
podríamos, si quisiéramos, efectuar una reconciliación. Hasta que no efectuemos
tal reconciliación, continuaremos cosechando lo que sembramos. Hasta que no
aprendamos que el fruto de la felicidad humana no puede crecer del árbol de la
explotación, continuará el dolor y el sufrimiento que inflingimos sobre el
resto de animales regresando como boomerang sobre nuestras propias cabezas.
Suficiente para la primera y
mayoritaria visión, la visión de que tenemos derecho a usar a los animales
(meramente como medio) para nuestros propios fines.
La segunda visión, como remarqué
con anterioridad, es considerar a los animales (por sus propios intereses) como
a quienes podemos amar.
Ahora me parece evidente que
cuando amamos, no explotamos. Al momento de amar, no puede haber pensamiento
alguno de explotar a quien amamos.
También me parece evidente que el
amor es libre. Nadie puede forzarnos a amar. Nadie puede limitarlo con cadenas
restrictivas. El amor y la libertad van de la mano.
Si entonces aceptamos el
principio de que es mejor amar que explotar. Si luego de prueba y error tal
como es de esperar, continuamos pensando que es mejor mantener nuestros ojos en
el objetivo de amar, que deberíamos hacer acerca de los animales? Seguramente
la respuesta es clara como el agua: dejarlos en libertad!
Y eso es precisamente lo que el
veganismo quiere hacer. Quiere dejar a los animales en libertad: libres de la
explotación por parte del ser humano, de la misma forma que en el siglo XIX lo
hicieran Lincoln, Wilberforce y otros pioneros se propusieron liberar a los
esclavos humanos.
El veganismo es esencialmente una
doctrina de libertad. Busca liberar a los animales de la atadura del ser
humano, y al ser humano de la atadura a una creencia falsa: la creencia falsa
de que tenemos un derecho moral a considerar a los animales (meramente como
medios) para nuestros propios fines.
Es, por supuesto, una pregunta
apropiada, luego de haber decidido cuál es por principio lo correcto,
preguntarnos cómo llevar a la práctica dicha libertad. Claramente, el cambio,
desde las prácticas que se derivan de la explotación, hacia aquellas que se
derivan del amor, será un viaje enorme. Debemos pensar por un momento en las
inmensas ramificaciones de la explotación de animales, y se hace evidente que
el cambio sólo puede ir por etapas. Debemos dar los pasos más urgentes primero,
y luego los otros, gradualmente al llegar a ellos en orden de urgencia.
Uno de los primeros pasos es
desarrollar alternativas a aquellos productos de origen animal que la mayoría
de personas cree que son necesarios para su vida. Es por ello que en este
momento el énfasis del movimiento vegano está puesto en alimentación y otros
objetos de uso diario. Aquí es donde podríamos ver la relación entre veganos y
vegetarianos. Ya que la alimentación que llevan adelante los veganos es una que
prescinde de cualquier producto de origen animal: en otras palabras, dicha
alimentación es vegetariana en su expresión más estricta (la palabra
“vegetariano” significa “alimentarse de vegetales”), y es una de las tantas
prácticas que derivan del principio vegano.
Pero, como he indicado, el
veganismo es un principio general que de ser adoptado, resulta en muchos
cambios así como en cambios en la forma de alimentarse. Resulta, por ejemplo,
en la abolición de la vivisección, la cacería, la pesca, y de cualquier otra
forma de explotar a los animales. Y mientras estemos de acuerdo que en la
práctica puede ser adoptado en forma gradual, sin embargo es algo que puede ser
hecho ahora mismo y de una sola vez: difundir la idea de que la emancipación de
los animales no sólo es una causa que vale la pena, sino que es una causa que
no puede ser pospuesta indefinidamente.
Este principio puede parecer
revolucionario para las generaciones actuales de la misma forma que la
emancipación de los esclavos humanos lo fue para generaciones anteriores. Pero
revolucionario o no, pienso que al final es inevitable: esto es, si alguna vez
hemos de vivir verdaderamente en paz en la tierra. Lo cierto es decir que es
ilógico rezar a los cielos por paz y amor entre seres humanos, y al mismo
tiempo llevar adelante una guerra contra el resto de animales.
De hecho, la idea de que tenemos
un derecho moral a explotar a los animales ha sido casi universalmente
aceptada. Pero parte del progreso y evolución humanos depende de su habilidad
de ver lo falso en aquello que de hecho ha sido considerado como “verdadero”.
Porque cuando vemos lo falso como falso, dicha creencia cae, y otra venda se ha
ido.
Es lo cierto, y no lo falso, lo
que libera. Lo falso no puede llevar a la libertad, no puede llevar al amor.
Sólo por esta razón, me parece,
este joven movimiento cuyo objetivo es dejar a los animales en libertad, tiene
sus pies sobre un camino tan cierto como largo y arduo.
Lea también "Veganismo Definido", por Leslie Cross en español, o una selección de artículos del mismo autor (en inglés).
Texto derivado de issuu.com/vegan_society/docs/the-vegan-winter-1955
Preparado en diciembre de 2011 por Nathan Schneider
(www.candidhominid.com)