
Comienza el artículo citando una resolución del Parlamento
paraguayo que prohibe las exhibiciones circenses (click aquí para leer más), faltó decir que restringida a
animales salvajes y no a todos los animales. Es acaso dicha norma muy diferente
al espíritu de la ley uruguaya No. 5657 de hace casi 100 años y promulgada por
el gobierno de Don José Batlle y Ordóñez? No lo es en lo absoluto, simplemente
difiere en el tipo de espectáculos con animales que prohibe, siendo la versión
oriental dirigida a corridas de toros y riñas de gallos. El autor critica las
manifestaciones (expresión de libertad personal si las hay) “cada vez que un circo… (faltó decir
“circo que utiliza animales”) visita
Montevideo así como en cada celebración de las tradicionales jineteadas…”.
Y en este último comentario faltaría cuestionar si la tradición justifica la
esclavitud, lo cual de plano no nos parece procedente.
Más adelante en el artículo el autor pone cualquier interés
de cualquier humano por encima de cualquier interés de cualquier otro animal
cuestionando “Es razonable que se
consagre la vida a la causa de los animales cuando hay tantos seres humanos
sufriendo cosas peores?” Digo yo, por qué suponer que una cosa excluye la
otra? Digo yo, por qué presuponer que cualquier sufrimiento de un animal (no
humano) es siempre y en todo caso “peor” que cualquier sufrimiento de cualquier
humano? Si el sufrimiento de los animales fuese tan banal como se dice,
entonces por qué en las escenas que muestran por ejemplo, los programas
dedicados a la ganadería, sólo muestran sistemáticamente animales en el campo
y, eventualmente, alguna escena donde dichos animales ya fueron matados y convertidos
en “cosas” al ser procesados sus cuerpos destazados, cortados y empacados? Por
supuesto que todas las especies sintientes merecen la misma consideración
(reiterando, todo animal es por definición, sintiente, o sea, siente, percibe
y, por lo tanto, tiene intereses propios en evitar dolor y procurar placer).

Una de las preguntas más frecuentes hacia el movimiento por
derechos para los animales (quienes son considerados “bienes muebles
semovientes” según el Código Civil uruguayo, una variante de la consideración
como “cosa” a la que arbitraria en la que se coloca al resto de animales en
todas las legislaciones del mundo) es “y qué sucede con quienes se dedican a la
ganadería?”. O sea, “qué sucede en el caso de quienes se privarían de lucrar
con la esclavitud de otros seres igualmente sintientes?”. El autor dice
literalmente “La producción de carne
bovina se encuentra entre los principales rubros de exportación de la economía…”
A todo esto la respuesta no es muy diferente: es acaso justificable la
esclavitud por sí misma, por su propio lucro? Hay decenas de actividades tanto
o incluso mucho más lucrativas (no olvidemos que la ganadería es viable gracias
a toda una serie de subsidios que todos pagamos con los impuestos que pagamos,
y que terminan financiando entidades estatales, dígase MGAP, exoneraciones
impositivas a productores ganaderos, lecheros, el asado o el corned beef o los
chorizos “del Pepe”, etc., y paraestatales, dígase INAC, CONAPROLE, etc.), por
qué no citar actividades que dan ganancia a muchísimas personas pero que, sin
embargo, son consideradas ilegales, tales como el narcotráfico, el tráfico de
órganos humanos, la trata de blancas, y un largo etcétera?

Más adelante el autor ataca directamente a quienes optamos
por dejar de participar de la explotación (directa o indirectamente, o sea,
pagar para que se esclavice, explote, experimente, mate, etc.) diciendo “y se niegan a comerlos, privándose no solo
de asados y pulpas sino también de leche, huevos y demás derivados…”. Por
qué presuponer que tal opción supone una “privación”, como si de algo
fundamental o necesario se tratara? Ni siquiera de un sabor se podría decir que
uno se priva al optar por seguir el principio vegano (o sea, no usar animales),
ya que la mayoría de sabores que incluso célebres productos consumidos por no-veganos
son sintéticos, tales como saborizantes y aromatizantes, de los cuales hay de
los más diversos sabores y aromas simulando aquellos que emanan de la
incineración de individuos no pertenecientes a la especie humana (por ejemplo,
sabor “ahumado”, sabor a “jamón”, sabor a “panceta”, y un largo etcétera).

Y en el párrafo final tenemos una reiteración de aquella
acusación sin fundamento alguno: “quienes promovemos derechos para los animales
no lo hacemos para con los humanos”, literalmente “Es solamente que, siendo los derechos humanos tan violentados por todas
partes (…) su defensa no luce tan cool como la del resto de los mamíferos.”.
Por qué el “solamente”? Por qué presuponer, nuevamente, que quienes vemos como
un ideal nada más ni nada menos que una ampliación (y nunca una reducción) de
consideración moral, de derechos básicos (al menos el derecho básico a no ser
considerados/as como medios para fines de otros/as) para todos, seamos de la
especie que seamos, vemos una parte y no el todo? Se equivoca, Sr. Sotelo, es
para mejorar y no para empeorar, es para ampliar y no para reducir, es para
agregar y no para quitar. Si cuando de Derechos Humanos se habla no reclamamos
a una organización dedicada, por ejemplo, a desaparecidos durante la dictadura
que se preocupen por quienes no tienen techo, o a quienes se preocupan por
menores o mujeres víctimas de violencia doméstica que se preocupen por ancianos
o a quienes se preocupan por igualdad de oportunidades para todas las
orientaciones sexuales que se preocupen por quienes no tienen empleo o por
quienes son discriminados por su raza, y así podemos seguir casi
indefinidamente cruzando causas todas ellas válidas y ninguna de ellas más
válida que la otra.

Atte.,
Pablo Fernández Beri
Artículo original publicado en el diario El País online, MVD:
Circo
GERARDO SOTELO
¿Es razonable que se consagre la vida a la causa de los
animales cuando hay tantos seres humanos sufriendo cosas peores? ¿No debería
considerarse a las vacas y los caballos como seres dignos de las mismas
salvaguardas que los elefantes o los tigres de Bengala? ¿Habrá que prohibir
también las jineteadas, los raides hípicos y la matanza de bovinos en los frigoríficos?
Si alguien cree que estamos ante una muestra de evolución
ante el sufrimiento de nuestros hermanos mamíferos se equivoca. La producción
de carne bovina se encuentra entre los principales rubros de exportación de la
economía paraguaya y así seguirá ocurriendo. La sensibilidad de la Secretaría de Estado
ante el sufrimiento animal no llegó tan lejos como para prohibir esta matanza
sistemática de rumiantes y ni siquiera alcanzó como para ilegalizar las
jineteadas ni mucho menos las carreras de caballos.
Hay quienes creen que defender la integridad física de los
animales es un indicador de sensibilidad humana. Muchos, incluso, llevan sus
convicciones a una dimensión gastronómica y se niegan a comerlos, privándose no
solo de asados y pulpas sino también de leche, huevos y demás derivados.
Vegetarianos célebres fueron gente tan dispar como Mahatma Gandhi, Leonardo Da
Vinci y San Francisco de Asís pero también Adolf Hitler. De hecho, su
secretaria personal contaba también que el sanguinario cabo austríaco exhibía
un afecto y consideración por sus perros que no tuvo con sus congéneres,
refutando así la antigua tesis que señalaba a los defensores de los animales y
a los vegetarianos como portadores de alguna condición moral, ideológica,
psicológica o sensible superior.
La semana pasada Paraguay también fue noticia porque su
presidente, el ex obispo católico Fernando Lugo, hizo un nuevo reconocimiento
de paternidad, consecuencia seguramente de un exceso de celo pastoral. Lugo
tiene una consistente preferencia por embarazar mujeres de condición pobre,
laboral y espiritualmente dependiente de su alta investidura. Como si estas
hazañas amorosas no fueran suficientes, el presidente paraguayo ha sido acusado
de violar, además de embarazar, al menos a una joven mejor de edad. Las
organizaciones defensoras de los animales no parecen demostrar mucho interés en
este tipo de vejámenes, aunque no puede decirse sin faltar a la verdad, que
sean cómplices ni indiferentes. Es solamente que, siendo los derechos humanos
tan violentados por todas partes (especialmente el de estas mujeres paraguayas)
su defensa no luce tan cool como la del resto de los mamíferos.
El País Digital
Etiquetas: animales - asís - gandhi - Fernando Lugo - Adolf
Hitler - trato cruel -
1 comentario:
Primero hay que leer antes de hablar Adolfo H. nunca fue vegetariano , que excluyera de su menú ciertas carnes rojas es otra cosa totalmente distinta a ser ve gano o vegetariano,
y cada quien lucha por una causa, si para ti los derechos de los seres humanos son prioridad trabaja en ellos, una total aberración o la excusa mas idónea para no haceptar el respeto a hacia animales es siempre excusarse en decir que primero hay que ver por los humanos cuando estos tienen la total libertad de alsar su voz contra la desigualdad mientras que los animales viven en silencio ante tanta desigualdad he indiferencia como la tuya, hay muchos que no se te olviden hacen cosas por méritos políticos pero muchos de los que deber dad defienden a todos esos seres vivos que caen en manos de gente como tu que cree que son menos importantes por ser inferiores de la raza humana, con que calidad moral criticas si ni siquiera te sensibilizas ante los mas débiles si te preocupas por tu raza trabaja en ello y no critiques los que de vdd defienden una causa , tu tienes la forma de defenderte y hacerte escuchado ellos no , tienen a miles como tu en su contar .que estúpido comentario de tu parte SONY
Publicar un comentario