20121226

La Historia Vegana


La Historia Vegana

Por Leslie J. Cross (miembro fundador de la primera Sociedad Vegana, Reino Unido, 1944)

Tomado del ejemplar del invierno de 1955 de The Vegan (El Vegano, volumen 9, número 7, páginas 16-20). Encuentra información sobre Cross y más de sus escrituras en www.candidhominid.com/2011/07/leslie-cross.html

Traducido por Pablo Fernández Beri (los paréntesis son míos)

Una charla dada a la sede de Hastings y St. Leonards de la Sociedad Vegetariana de Sussex, Julio de 1955

Lo primero que me gustaría hacer es dirigir su atención a esta pequeña charla –La Historia Vegana. La he llamado así porque quería subrayar la manera en que voy a intentar enfocar el tema. Lo que espero hacer es solamente lo que sugiere el título: la historia de lo que el movimiento vegano es, lo que se propone hacer, y por qué se propone hacer lo que es.

En el curso de la historia debo mostrarles ciertos hechos y ciertas consideraciones, pero no debo, al menos, no de forma consciente, intentar convertir a nadie o conducir algún tipo de propaganda.

Sólo en caso de que algunos de ustedes sientan que este es algún tipo de enfoque desapasionado, me gustaría explicar que para mi forma de pensar, lo que considero es el enfoque correcto.

Ya que considero la difusión informativa, la libre circulación informativa, como vital para el crecimiento de nuevas ideas, no considero como parte de mi deber el tratar de ser concientemente persuasivo. Pienso que probablemente estén de acuerdo conmigo en que un individuo debe establecer su forma de vida como resultado de convicción interna, y no como resultado de presión persuasiva externa.

Con dicho preámbulo, comencemos con la Historia Vegana. Y al hacerlo, debemos primero colocar lo que va primero: esto es, debemos conocer sobre lo que estamos hablando. Afortunadamente, la palabra “veganismo” tiene un significado tan simple como preciso. Significa: la doctrina de que los (animales) humanos debemos vivir sin explotar a los animales (nohumanos). Debido a que la cuestión de la definición es una tan obviamente importante, voy a solicitarles que sean tan amables de comprometerse con la memoria, de forma que cuando usemos la palabra “veganismo” todos estemos pensando en lo mismo. Veganismo entonces, es la doctrina de que los humanos deben vivir sin explotar a los animales.

Esta definición está escrita, con esas mismas palabras textuales, en la Constitución de la Sociedad Vegana, así que nadie adhiere a la Sociedad tanto como miembro pleno o como asociado sin conocer exactamente lo que está apoyando.

Es importante recalcar que uno de los resultados de esta definición es que hace del veganismo un principio. Es, por supuesto, un principio del cual ciertas prácticas naturalmente se extienden, pero es en sí mismo un principio, y no un conjunto de prácticas.

Otro punto a señalar es que este principio, esta doctrina, concierne a una sola cuestión. Un gran tema, es cierto, pero un tema claramente definido: la cuestión del correcto relacionamiento entre humanos y animales.

Lo que dice en efecto es lo siguiente: dice que el relacionamiento generalmente aceptado por el mundo en su gran mayoría es uno muy imperfecto. Dice que en efecto no vamos a deshacernos de los tantísimos males que hacemos a los animales, ni vamos a deshacernos del daño que resulta para los mismos humanos, hasta que no alteremos tal relacionamiento.

Es necesario, sin embargo, mirar al relacionamiento actual entre humanos y animales y preguntarnos qué está mal con ello.

Lo que está mal, según el veganismo, podría resumirse en una sola palabra: explotación (o sea, considerar a los animales meramente como medios para fines humanos).

Si miramos clara y simplemente ese relacionamiento podemos ver que está casi enteramente basado en el lado humano del terreno sobre la idea de que los humanos tienen un derecho moral a usar a los animales para sus propios propósitos.

De nuevo, si miramos claramente a esta cuestión de relacionamiento, podemos ver también que generalmente hablando, hay dos formas en que consideramos a los animales: (1) como criaturas que explotamos; (2) como criaturas que amamos (para profundizar en este tema ver Francione, “esquizofrenia moral”).

Si queremos entender el veganismo, si queremos apreciar su aporte, debemos examinar al menos brevemente estas dos amplias visiones del relacionamiento entre humanos y animales.

Primero, miremos a la visión mayoritaria, la visión de que los animales son para nuestro uso, y de que tenemos un derecho moral a usarlos meramente para nuestros propios fines, siempre y cuando reduzcamos el padecimiento y el sufrimiento al mínimo compatible con lo que requerimos de ellos.

Esta visión es mantenida automáticamente por la mayoría de personas. Por ejemplo, los ganaderos hablan casi sin pensar de “producir más jamón” así como tú o yo podríamos decir “producir más zapallos”.

De nuevo, la visión de la mayoría es que tenemos el derecho de usar a los animales para obtener ganancias. Para la visión de la mayoría, no hay un cuestionamiento fundamental de nuestro derecho a (por ejemplo) atar a caballos, bueyes, camellos, o cualquier otro animal y hacerlos trabajar para nuestras órdenes y nuestros requerimientos.

En la práctica, por supuesto, hay considerables variables en la manera en que los humanos de hecho usan a los animales. Esas variables van desde las relativamente inofensivas hasta las más escandalosamente crueles. Pero lo realmente importante, me parece, es subrayar la dirección a la que dicha doctrina nos lleva.

Si quisiéramos ilustrar dicha dirección, podríamos citar tal vez a la vivisección (utilización de animales para experimentos científicos); o al hecho de que el trabajo en los mataderos destruye la sensibilidad de quienes en ellos trabajan.

Otro punto que debemos recalcar es que hay algunas explotaciones en las que el sufrimiento de los animales es inherente. Esto es, que si aboliésemos el sufrimiento, automáticamente quedaría abolida dicha forma particular de explotación. Una vez más, la vivisección es uno de esos casos. Otra de dichas explotaciones es la industria láctea, principalmente debido a su necesidad de separar al ternero de su madre.

Es casi imposible escapar a la conclusión de que cuando los humanos decidimos que teníamos un derecho moral de explotar a los animales, inevitablemente abrimos la puerta a una nueva y, enteramente creada por los humanos, forma de sufrimiento que termina tanto en una forma de matadero como en otra.

Existe, asimismo, otro aspecto que surge de esta cuestión de la explotación, y es el aspecto de ninguna forma recibe la atención que merece. Me refiero al aspecto de que el humano se daña a sí mismo.

Dondequiera que exista interacción entre dos o más entidades, los efectos de dicha interacción no están confinados solamente a una de dichas entidades, sino que ambas están afectadas. Cuál es entonces el efecto de esta interacción creada por los humanos, sobre los humanos?

El efecto sobre el cual los humanos no podemos diferir tal como su naturaleza esencial no puede hacerlo de la naturaleza de la interacción en sí misma. Esto es tal vez una forma algo complicada de decir algo que se ha dicho hace mucho, mucho tiempo: cosecharás tu siembra.

Qué sembramos? Qué le hacemos a los animales?

Los hacemos nacer por millones sólo para luego (usarlos y/o) matarlos (y/o usarlos con posterioridad).

Explotamos sus funciones sexuales para hacerlos dar leche (y/o huevos, crías, pelo, etc.) Luego quitamos (por ejemplo) al ternero a su madre para que no tome su leche. Matamos al ternero y lo comemos como “carne de ternera”. Y cuando su madre esté “gastada” como resultado de un embarazo inseminado artificialmente tras otro, la matamos, y comemos su cuerpo como carne picada.

Cazamos (y pescamos) animales por diversión. Los diseccionamos. Los castramos y atamos.

Qué tipo de relacionamiento puede ser, cuyos símbolos incluyen (entre otros) el látigo, el estribo, las riendas, y el cuchillo del carnicero?

Si estas son las cosas que sembramos, entonces éstas, también, son las cosas que cosechamos. La forma en que nuestra cosecha nos llega se puede ver exteriorizada en algunas de nuestras enfermedades, en mucho de nuestra deteriorada salud, y posiblemente también en la violencia entre humanos.

Pero la forma en que nuestra cosecha nos llega internamente podría ser nada menos que un impedimento a nuestra propia evolución. Porque así como un globo se ve impedido de subir tanto como el hilo que los sostiene a tierra, o su balastro se lo permiten, de la misma forma la mente humana es atada por las cadenas y el balastro que constituyen las demandas de su propia naturaleza más baja. Este aspecto del relacionamiento entre humanos y animales (no olvidemos que los humanos somos animales) es uno que requiere tal vez más reflexión que algunos de sus aspectos más obvios, pero pienso que es uno de los más serios de todas las variables resultantes de vivir de acuerdo a esta doctrina de explotación.

Tendemos a olvidar que, por ejemplo, una de las pruebas más exigentes del carácter de una persona, y de ahí su habilidad para crecer, es cómo se comporta con aquellos sobre los que tiene poder. Cuando conoce el mundo de los animales se enfrenta cara a cara con esta prueba en su forma más ácida: no se puede negar que los animales no pueden resistir su voluntad.

En lugar de vivir con respeto y comprensión hacia ellos, lo que podría esperarse de alguien de naturaleza compasiva y mente iluminada (los humanos alardeamos de que tenemos una “inteligencia superior”), los humanos se comportan como tiranos frente a los animales, y en muchos casos como un parásito, lo que es causa de considerable sufrimiento para ellos.

Todo esto surge porque (los humanos) parten de la base de asumir que tienen un derecho moral a explotar. He ahí el quid de la cuestión, y ahí también yace el único lugar en el que podríamos, si quisiéramos, efectuar una reconciliación. Hasta que no efectuemos tal reconciliación, continuaremos cosechando lo que sembramos. Hasta que no aprendamos que el fruto de la felicidad humana no puede crecer del árbol de la explotación, continuará el dolor y el sufrimiento que inflingimos sobre el resto de animales regresando como boomerang sobre nuestras propias cabezas.

Suficiente para la primera y mayoritaria visión, la visión de que tenemos derecho a usar a los animales (meramente como medio) para nuestros propios fines.

La segunda visión, como remarqué con anterioridad, es considerar a los animales (por sus propios intereses) como a quienes podemos amar.

Ahora me parece evidente que cuando amamos, no explotamos. Al momento de amar, no puede haber pensamiento alguno de explotar a quien amamos.

También me parece evidente que el amor es libre. Nadie puede forzarnos a amar. Nadie puede limitarlo con cadenas restrictivas. El amor y la libertad van de la mano.

Si entonces aceptamos el principio de que es mejor amar que explotar. Si luego de prueba y error tal como es de esperar, continuamos pensando que es mejor mantener nuestros ojos en el objetivo de amar, que deberíamos hacer acerca de los animales? Seguramente la respuesta es clara como el agua: dejarlos en libertad!

Y eso es precisamente lo que el veganismo quiere hacer. Quiere dejar a los animales en libertad: libres de la explotación por parte del ser humano, de la misma forma que en el siglo XIX lo hicieran Lincoln, Wilberforce y otros pioneros se propusieron liberar a los esclavos humanos.

El veganismo es esencialmente una doctrina de libertad. Busca liberar a los animales de la atadura del ser humano, y al ser humano de la atadura a una creencia falsa: la creencia falsa de que tenemos un derecho moral a considerar a los animales (meramente como medios) para nuestros propios fines.

Es, por supuesto, una pregunta apropiada, luego de haber decidido cuál es por principio lo correcto, preguntarnos cómo llevar a la práctica dicha libertad. Claramente, el cambio, desde las prácticas que se derivan de la explotación, hacia aquellas que se derivan del amor, será un viaje enorme. Debemos pensar por un momento en las inmensas ramificaciones de la explotación de animales, y se hace evidente que el cambio sólo puede ir por etapas. Debemos dar los pasos más urgentes primero, y luego los otros, gradualmente al llegar a ellos en orden de urgencia.

Uno de los primeros pasos es desarrollar alternativas a aquellos productos de origen animal que la mayoría de personas cree que son necesarios para su vida. Es por ello que en este momento el énfasis del movimiento vegano está puesto en alimentación y otros objetos de uso diario. Aquí es donde podríamos ver la relación entre veganos y vegetarianos. Ya que la alimentación que llevan adelante los veganos es una que prescinde de cualquier producto de origen animal: en otras palabras, dicha alimentación es vegetariana en su expresión más estricta (la palabra “vegetariano” significa “alimentarse de vegetales”), y es una de las tantas prácticas que derivan del principio vegano.

Pero, como he indicado, el veganismo es un principio general que de ser adoptado, resulta en muchos cambios así como en cambios en la forma de alimentarse. Resulta, por ejemplo, en la abolición de la vivisección, la cacería, la pesca, y de cualquier otra forma de explotar a los animales. Y mientras estemos de acuerdo que en la práctica puede ser adoptado en forma gradual, sin embargo es algo que puede ser hecho ahora mismo y de una sola vez: difundir la idea de que la emancipación de los animales no sólo es una causa que vale la pena, sino que es una causa que no puede ser pospuesta indefinidamente.

Este principio puede parecer revolucionario para las generaciones actuales de la misma forma que la emancipación de los esclavos humanos lo fue para generaciones anteriores. Pero revolucionario o no, pienso que al final es inevitable: esto es, si alguna vez hemos de vivir verdaderamente en paz en la tierra. Lo cierto es decir que es ilógico rezar a los cielos por paz y amor entre seres humanos, y al mismo tiempo llevar adelante una guerra contra el resto de animales.

De hecho, la idea de que tenemos un derecho moral a explotar a los animales ha sido casi universalmente aceptada. Pero parte del progreso y evolución humanos depende de su habilidad de ver lo falso en aquello que de hecho ha sido considerado como “verdadero”. Porque cuando vemos lo falso como falso, dicha creencia cae, y otra venda se ha ido.

Es lo cierto, y no lo falso, lo que libera. Lo falso no puede llevar a la libertad, no puede llevar al amor.

Sólo por esta razón, me parece, este joven movimiento cuyo objetivo es dejar a los animales en libertad, tiene sus pies sobre un camino tan cierto como largo y arduo.


Lea también "Veganismo Definido", por Leslie Cross en español, o una selección de artículos del mismo autor (en inglés).

Texto derivado de issuu.com/vegan_society/docs/the-vegan-winter-1955
Preparado en diciembre de 2011 por Nathan Schneider (www.candidhominid.com)